En tres años hemos dado la bienvenida al invierno con una adivinanza.

 

 

Blanco de pies a cabeza,

sólo en invierno existo,

con el sol me vuelvo agua

porque el calor no resisto.

 

 

 

 

Para aprender a lo grande hay que jugar a la grande y eso han hecho en cuatro años.

En cinco años han llegado las primeras cartas a nuestros buzones de clase.